ethos - ethios - ethnography

“Is it necessary to talk about what we do? Instead of doing it?

Maybe that’s why the words don’t live in State of Encounter.

As human beings we always want to be right all the time.

And perhaps that is why our thoughts should not be important to manifest our actions.

Because our interpretations, of any action would, stop our actions.”

Esta frase la escribí mientras estaba escuchando el panel de Will Daddario y Matthew Goulish “Live dramaturgy!?: Jay Wright 's The Tuning of Grammar and Syntax”.

Aunque esto que escribí no tenga relación directa con algún hecho durante el panel, sí fue una reacción a ella. A la manera de un movimiento involuntario.

Pero ¿a qué iba esta frase?

Estaba percibiendo, en casi toda la bienal, mucho interés en el análisis de cada hecho. Y es comprensible ya que el pensamiento está ligado mucho más al “análisis” que al “hacer”. Fue entonces que vi en retrospectiva lo que hacemos en “estado de encuentro” y me di cuenta que todo sucede dentro y durante el encuentro.

En una sesión de estado de encuentro emergen momentos diferenciados de escucha, análisis, manifestación, retención, prospección. Cada momento es un hecho en sí mismo. El “tiempo” está presente como elemento que encadena cada momento. En este contexto el análisis modifica al acontecimiento que está siendo analizado, ya que interactúa de inicio a fin.

Por el contrario, el análisis en un entorno académico es un ejercicio posterior al acontecimiento, y se tiene la creencia de que este análisis puede ampliar dicho acontecimiento.

Pero, ¿sería esto un análisis o más bien una interpretación del acontecimiento? Y dicho esto, ¿qué diferencia un análisis a una interpretación? O más bien, ¿qué los une?

Un análisis es un estudio profundo de algo con el fin de conocer sus bases, por consecuencia lo siguiente al análisis es una conclusión que proviene de una interpretación.

En este caso, si es que el análisis sucede luego del acontecimiento, no modifica y por consiguiente no amplía el hecho, sino más bien lo convierte en un nuevo hecho. Y he aquí el porqué de la frase que escribí. Si bien es potencialmente contributiva la existencia de una interpretación (posterior) de un hecho, si es que hubiera una interpretación (durante) el acontecimiento, este no contribuiría sino más bien paralizaría.

En una interpretación intervienen muchos más factores subjetivos que en un análisis, y es por ello que una interpretación (durante) el acontecimiento ocasionaría una ruptura, debido a que puede llevar una carga muy fuerte de autocensura. Una interpretación, en este contexto, funciona más bien como una “interposición”.

Por otro lado un análisis visto como una descomposición que provee de información útil para “hacer”, sí contribuye de manera activa si este se da durante el acontecimiento. El problema es que cuando se tiene una información es muy fácil cruzar la línea hacia la interpretación, ya que nuestro cotidiano apela siempre a una compresión de todo. Es por esto que es muy difícil que nuestra mente no le atribuya un significado a todo, (interpretación). Si es que no se tiene en cuenta esto, y se cae en la interpretación como consecuencia de este análisis durante la práctica, sí frenaría involuntariamente nuestro “hacer”, y lo que es muy probable, con una fuerte carga ética en la autocensura.

No podría haberme dado cuenta de esto si es que no hubiera estado ante una “sobre saturación” de interpretaciones en la bienal. Si bien el análisis es bueno para poder teorizar, a veces el abuso del análisis nos lleva a interpretaciones que pueden dejar la función de ayuda y convertirse en una “interposición”. En Estado de Encuentro no nos hemos puesto una consigna tan grande como la de no interpretar durante la práctica. Sin embargo sí se ha dado como consecuencia, tal vez nuestro sentido de supervivencia nos dio el privilegio de reconocer aquello que puede interrumpir lo básico de un intercambio, como se da durante las sesiones. Aquello que puede ocasionar una autocensura muy radical que corte nuestros intentos por comunicarnos. Por otro lado, sería mentira y pretencioso decir que no existe algún tipo de obstáculo, ni censura, ni interpretación durante nuestra práctica, sin embargo intentamos reducir nuestra humanidad para poder quedarnos con lo básico.

En aquellos días de prospección, tuve la oportunidad de escuchar y ver propuestas parecidas a la de Estado de Encuentro, pero desde otra perspectiva, con otra praxis, y por consiguiente, apropiados para una interpretación y valoración en términos académicos. El conflicto estuvo cuando intenté explicar lo que hacemos. No era por el idioma, sino más bien por el hecho de explicar lo que no intentamos explicar desde la práctica. Si bien a veces las palabras ayudan a redondear una idea, en nuestro caso la destruye. ¿Estado de Encuentro debería usar las palabras para explicar lo que hace?. Al hacerme esta pregunta noté que una parte de mi viaje era una paradoja. Estar en una bienal de performance y filosofía cuando lo nuestro no es ni uno ni otro, por lo menos no en términos académicos, era un conflicto para mi. Entonces escribí esto para no olvidarlo:

“¿Es necesario hablar sobre lo que hacemos? En lugar de hacerlo?